๐๐๐จ ๐๐ค๐ง๐ค๐ฃ๐๐จ ๐ซ๐๐จ๐๐๐ก๐๐จ ๐๐ก๐๐ซ๐๐ฃ ๐๐ก ๐ง๐ค๐จ๐ฉ๐ง๐ค; ๐ก๐ ๐๐ค๐ง๐ค๐ฃ๐ ๐๐ ๐พ๐ง๐๐จ๐ฉ๐ค ๐ฉ๐ง๐๐ฃ๐จ๐๐ค๐ง๐ข๐ ๐๐ก ๐๐ค๐ง๐๐ฏ๐คฬ๐ฃ.
โ๐๐๐จ ๐๐ค๐ง๐ค๐ฃ๐๐จ ๐ซ๐๐จ๐๐๐ก๐๐จ ๐๐ก๐๐ซ๐๐ฃ ๐๐ก ๐ง๐ค๐จ๐ฉ๐ง๐ค; ๐ก๐ ๐๐ค๐ง๐ค๐ฃ๐ ๐๐ ๐พ๐ง๐๐จ๐ฉ๐ค ๐ฉ๐ง๐๐ฃ๐จ๐๐ค๐ง๐ข๐ ๐๐ก ๐๐ค๐ง๐๐ฏ๐คฬ๐ฃ.โ ๐๐ฃ๐ ๐๐๐ง๐ ๐ก๐๐จ ๐ฅ๐ช๐๐ง๐ฉ๐๐จ ๐๐ ๐ช๐ฃ ๐ฅ๐๐ก๐๐๐๐ค; ๐ก๐ ๐ค๐ฉ๐ง๐ ๐๐ค๐ฃ๐๐ช๐๐ ๐๐ก ๐๐คฬ๐ก๐๐ค๐ฉ๐. Hay coronas que brillan y coronas que transforman, coronas que exaltan y coronas que quebrantan, coronas que se buscan y coronas que se reciben. A lo largo de la historia de la fe, dos coronas se levantan en contraste como espejos que revelan las intenciones mรกs profundas del corazรณn ๐ก๐ฎ๐ฆ๐๐ง๐จ: ๐ฅ๐ ๐๐จ๐ซ๐จ๐ง๐ ๐๐ ๐๐ฌ๐ญ๐๐ซ ๐ฒ ๐ฅ๐ ๐๐จ๐ซ๐จ๐ง๐ ๐๐ ๐๐ซ๐ข๐ฌ๐ญ๐จ. Una es buscada; la otra es evitada. Una es celebrada; la otra es rechazada. ๐๐ฃ๐ ๐๐๐ง๐ ๐ก๐๐จ ๐ฅ๐ช๐๐ง๐ฉ๐๐จ ๐๐ ๐ช๐ฃ ๐ฅ๐๐ก๐๐๐๐ค; ๐ก๐ ๐ค๐ฉ๐ง๐ ๐๐ค๐ฃ๐๐ช๐๐ ๐๐ก ๐๐คฬ๐ก๐๐ค๐ฉ๐. Sin embargo, es en esta tensiรณn donde Dios confronta y forma a Sus hijos, llamรกndonos no a desear la exaltaciรณn humana, sino la transformaciรณn divina.
Ester fue coronada en un momento de belleza, gracia y favor. La coronaciรณn en Susa fue pรบblica, vistosa y real. El palasio buscaba a la mรกs hermosa, al rostro mรกs atractivo, al carรกcter mรกs refinado para ocupar el lugar de reina. La corona sobre su cabeza representaba honra y elecciรณn, una oportunidad de influencia, una posiciรณn que muchos desearรญan. Y aunque su historia es profundamente espiritual, pues Dios la colocรณ allรญ con un propรณsito mayor que ella misma, lo cierto es que a nuestros ojos modernos su corona continรบa simbolizando lo que como humanos anhelamos: ๐๐๐๐ฉ๐ญ๐๐๐ข๐จฬ๐ง, ๐ซ๐๐๐จ๐ง๐จ๐๐ข๐ฆ๐ข๐๐ง๐ญ๐จ, ๐ฏ๐๐ฅ๐ข๐๐๐๐ข๐จฬ๐ง, ๐จ๐ฉ๐จ๐ซ๐ญ๐ฎ๐ง๐ข๐๐๐๐๐ฌ, ๐ฉ๐ฎ๐๐ซ๐ญ๐๐ฌ ๐๐๐ข๐๐ซ๐ญ๐๐ฌ ๐ฒ ๐ฎ๐ง ๐ญ๐ข๐ฉ๐จ ๐๐ ๐ ๐ฅ๐จ๐ซ๐ข๐ ๐ช๐ฎ๐ ๐ฌ๐ ๐ฉ๐ฎ๐๐๐ ๐ฏ๐๐ซ.
Pero hay otra coronaciรณn en la Escritura que no ocurriรณ bajo lรกmparas de palacio, sino bajo cielo abierto, entre soldados endurecidos y risas llenas de burla. ๐จ๐ป๐ฎ ๐ฐ๐ผ๐ฟ๐ผ๐ป๐ฎ๐ฐ๐ถ๐ผฬ๐ป ๐พ๐๐ฒ ๐ป๐ผ ๐ฝ๐ฟ๐ฒ๐ฝ๐ฎ๐ฟ๐ผฬ ๐๐ป ๐บ๐ฎ๐ป๐๐ผ ๐ฝ๐ฬ๐ฟ๐ฝ๐๐ฟ๐ฎ ๐ฏ๐ผ๐ฟ๐ฑ๐ฎ๐ฑ๐ผ ๐๐ถ๐ป๐ผ ๐๐ป ๐ฝ๐ฒ๐ฑ๐ฎ๐๐ผ ๐ฑ๐ฒ ๐๐ฒ๐น๐ฎ ๐ฑ๐ฒ๐๐ด๐ฎ๐ฟ๐ฟ๐ฎ๐ฑ๐ฎ ๐ ๐ฒ๐ป๐๐ฎ๐ป๐ด๐ฟ๐ฒ๐ป๐๐ฎ๐ฑ๐ฎ. No hubo mรบsica, solo golpes. No hubo perfume, solo el olor de sudor y sangre. No hubo proclamaciones festivas, sino insultos llenos de desprecio. Allรญ, lejos de los muros de Susa del imperio persa y del perfume de mirra, Jesucristo recibiรณ una corona que nadie habrรญa deseado llevar: la corona de espinas.
Mientras la corona de Ester celebraba belleza, la de Cristo exhibรญa humillaciรณn. Una fue colocada para resaltar gracia; la otra para destruir dignidad. Una fue sรญmbolo de favor; la otra instrumento de tortura. Una honrรณ a una reina humana; la otra fue usada como burla hacia el Rey del universo. ๐บ๐๐ ๐๐๐๐๐๐๐, ๐๐ ๐๐๐๐๐๐๐๐๐๐๐๐ ๐๐ ๐๐๐ ๐๐๐๐๐๐ ๐๐๐๐๐๐๐๐๐ ๐
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๐ ๐๐ ๐๐๐๐๐๐ ๐๐ ๐๐๐๐๐๐ฬ๐ ๐
๐๐ ๐ฌ๐๐๐๐๐๐๐๐. La Salvaciรณn no vino envuelta en oro sino en sacrificio; no brillรณ con joyas sino con heridas; no se levantรณ sobre tronos terrenales sino sobre un madero manchado de sangre. ๐๐ฟ๐ถ๐๐๐ผ ๐ป๐ผ ๐น๐น๐ฒ๐ด๐ผฬ ๐ฎ๐น ๐๐ฟ๐ผ๐ป๐ผ ๐ฒ๐๐ฒ๐ฟ๐ป๐ผ ๐๐ถ๐ป ๐ฎ๐ป๐๐ฒ๐ ๐ฐ๐ฎ๐บ๐ถ๐ป๐ฎ๐ฟ ๐ฝ๐ผ๐ฟ ๐น๐ฎ ๐๐ฒ๐ป๐ฑ๐ฎ ๐ฑ๐ฒ๐น ๐ฑ๐ฒ๐๐ฝ๐ฟ๐ฒ๐ฐ๐ถ๐ผ, ๐ฑ๐ฒ๐น ๐๐ถ๐น๐ฒ๐ป๐ฐ๐ถ๐ผ, ๐ฑ๐ฒ๐น ๐พ๐๐ฒ๐ฏ๐ฟ๐ฎ๐ป๐๐ผ ๐ ๐ฑ๐ฒ ๐น๐ฎ ๐ผ๐ฏ๐ฒ๐ฑ๐ถ๐ฒ๐ป๐ฐ๐ถ๐ฎ ๐ฎ๐ฏ๐๐ผ๐น๐๐๐ฎ ๐ฎ๐น ๐ฃ๐ฎ๐ฑ๐ฟ๐ฒ.
La humanidad persigue coronas que adornan, pero Dios busca corazones que se rinden. ๐๐ช๐๐ง๐๐ข๐ค๐จ ๐๐ค๐ง๐ค๐ฃ๐๐จ ๐ฆ๐ช๐ ๐ฃ๐ค๐จ ๐๐ก๐๐ซ๐๐ฃ, ๐ฃ๐ค ๐๐ค๐ง๐ค๐ฃ๐๐จ ๐ฆ๐ช๐ ๐ฃ๐ค๐จ ๐๐ค๐๐ก๐๐ฃ. Queremos tronos, pero sin desiertos; influencia, pero sin quebranto; autoridad, pero sin obediencia; visibilidad, pero sin sacrificio. Buscamos la โcorona de Esterโ sin comprender que la corona de Cristo es la que forma realmente nuestro carรกcter, nos libera del orgullo, nos transforma en verdaderos hijos y nos prepara para cualquier otro peso de gloria que el Padre quiera confiar. ๐ฆ๐ถ๐ป ๐น๐ฎ ๐ฐ๐ผ๐ฟ๐ผ๐ป๐ฎ ๐ฑ๐ฒ ๐ฒ๐๐ฝ๐ถ๐ป๐ฎ๐, ๐ป๐ถ๐ป๐ด๐๐ป๐ฎ ๐ผ๐๐ฟ๐ฎ ๐ฐ๐ผ๐ฟ๐ผ๐ป๐ฎ ๐ฒ๐ ๐๐ฒ๐ด๐๐ฟ๐ฎ; ๐๐ถ๐ป ๐ฒ๐น ๐พ๐๐ฒ๐ฏ๐ฟ๐ฎ๐ป๐๐ผ, ๐๐ผ๐ฑ๐ฎ ๐ฒ๐น๐ฒ๐๐ฎ๐ฐ๐ถ๐ผฬ๐ป ๐๐ฒ ๐๐๐ฒ๐น๐๐ฒ ๐ณ๐ฟ๐ฎฬ๐ด๐ถ๐น; ๐๐ถ๐ป ๐น๐ฎ ๐บ๐๐ฒ๐ฟ๐๐ฒ ๐ฎ๐น ๐๐ผ, ๐๐ผ๐ฑ๐ฎ ๐ถ๐ป๐ณ๐น๐๐ฒ๐ป๐ฐ๐ถ๐ฎ ๐๐ฒ ๐ฐ๐ผ๐ฟ๐ฟ๐ผ๐บ๐ฝ๐ฒ.
Cristo, cuyo rostro fue atravesado por espinas, no solo llevรณ una corona fรญsica, sino la imagen misma de cรณmo luce la verdadera realeza en el Reino de Dios. Porque en el Reino, la grandeza no se mide por cuรกnto subes, sino por cuรกnto cedes; no por cuรกnto te ven, sino por cuรกnto amas; no por cuรกntos te sirven, sino por cuรกnto sirves. ๐๐จ๐ซ ๐๐ฌ๐จ ๐๐๐ฌ๐ฎฬ๐ฌ ๐๐ง๐ฌ๐๐งฬ๐จฬ ๐ช๐ฎ๐ ๐ช๐ฎ๐ข๐๐ง ๐ช๐ฎ๐ข๐๐ซ๐ ๐ฌ๐๐ซ ๐๐ฅ ๐ฆ๐๐ฒ๐จ๐ซ ๐๐๐๐ ๐ฌ๐๐ซ ๐๐ฅ ๐ฌ๐๐ซ๐ฏ๐ข๐๐จ๐ซ ๐๐ ๐ญ๐จ๐๐จ๐ฌ, ๐ฒ ๐ช๐ฎ๐ ๐ช๐ฎ๐ข๐๐ง ๐ช๐ฎ๐ข๐๐ซ๐ ๐ฌ๐๐ ๐ฎ๐ข๐ซ๐ฅ๐จ ๐๐๐๐ ๐ง๐๐ ๐๐ซ๐ฌ๐ ๐ ๐ฌ๐ฬ ๐ฆ๐ข๐ฌ๐ฆ๐จ, ๐ญ๐จ๐ฆ๐๐ซ ๐ฌ๐ฎ ๐๐ซ๐ฎ๐ณ ๐๐๐๐ ๐๐ฬ๐ ๐ฒ ๐๐๐ฆ๐ข๐ง๐๐ซ ๐ญ๐ซ๐๐ฌ ๐ฬ๐ฅ. Esa es la esencia de la corona de Cristo: renuncia, obediencia y amor sacrificado.
La pregunta que golpea al alma es inevitable: ยฟquรฉ corona estamos anhelando? ยฟLa que adorna o la que transforma? ยฟLa que da aplauso o la que da carรกcter? ยฟLa que impresiona al mundo o la que agrada a Dios? ยฟLa que exalta temporalmente o la que forma eternamente? La mayorรญa quiere la corona de Ester porque promete elevaciรณn sin dolor, acceso sin sacrificio, honra sin quebranto. Pero lษ coronษ de Cristo nos llษmษ ษ un cษmino mษฬs profundo, mษฬs reษl, mษฬs eterno: el cษmino donde el ego muere, donde lษ voluntษd se rinde, donde el corษzoฬn es purificษdo y donde el ษmor se vuelve ษccioฬn y entregษ.
No es casualidad que Jesรบs recibiera la corona de espinas antes de recibir la corona de gloria. La redenciรณn tiene un orden: primero la cruz, luego la resurrecciรณn. ๐ฃ๐ฟ๐ถ๐บ๐ฒ๐ฟ๐ผ ๐ฒ๐น ๐๐ฒ๐๐๐ฒ๐บ๐ฎ๐ป๐ฬ, ๐น๐๐ฒ๐ด๐ผ ๐ฒ๐น ๐๐ฟ๐ผ๐ป๐ผ. Primero la obediencia hasta la muerte, luego el Nombre que es sobre todo nombre. Filipenses 2 nos recuerda que Cristo se humillรณ a Sรญ mismo, no porque fuera dรฉbil, sino porque era Rey; no porque no tuviera poder, sino porque conocรญa el verdadero significado del poder. Su humillaciรณn no fue derrota, sino victoria disfrazada; su corona de espinas no fue el fin, sino el comienzo de la redenciรณn; su quebranto fue el camino a la gloria.
Y es aquรญ donde nuestras vidas encuentran direcciรณn. No nacimos para coleccionar coronas terrenales, sino para reflejar a Cristo. ๐๐จ ๐๐ฌ๐ญ๐๐ฆ๐จ๐ฌ ๐ฅ๐ฅ๐๐ฆ๐๐๐จ๐ฌ ๐ ๐ฉ๐๐ซ๐ฌ๐๐ ๐ฎ๐ข๐ซ ๐ญ๐ซ๐จ๐ง๐จ๐ฌ ๐ฏ๐๐๐ฬ๐จ๐ฌ, ๐ฌ๐ข๐ง๐จ ๐ ๐๐๐ซ๐ ๐๐ซ ๐ฅ๐ ๐๐ซ๐ฎ๐ณ ๐ช๐ฎ๐ ๐ง๐จ๐ฌ ๐ก๐๐๐ ๐ฅ๐ข๐๐ซ๐๐ฌ. No fuimos salvados para vivir centrados en nosotros mismos, sino para seguir al Cordero que fue inmolado. ๐ช๐๐๐๐
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๐ ๐๐๐๐๐๐๐ ๐๐ ๐๐๐๐๐๐ ๐๐๐๐๐๐๐ ๐๐๐
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๐๐๐๐๐๐; ๐๐ ๐๐๐๐ ๐๐๐ ๐๐๐๐๐
๐ ๐๐๐๐๐๐, ๐๐ ๐๐๐๐ ๐๐๐๐๐
๐ ๐๐๐๐๐๐๐๐. La corona que nadie quiere es la que todos necesitamos, porque es la รบnica que conduce al carรกcter de Cristo, la รบnica que perfora el orgullo, la รบnica que vence al pecado, la รบnica que vence al yo.
El mundo seguirรก buscando coronas que brillan, pero Dios sigue formando hijos que se parecen a Jesรบs. La invitaciรณn divina permanece abierta: acepta la corona de Cristo, acepta el camino estrecho, acepta la obediencia que talla tu alma, acepta el sacrificio que te hace semejante a tu Salvador. Y entonces, cuando el dรญa de la eternidad llegue, descubrirรกs que cada espina llevรณ dentro de sรญ una promesa, y que cada herida se convirtiรณ en gloria. Porque el Rey que una vez fue coronado con espinas, ahora lleva muchas coronas, y compartirรก Su victoria con aquellos que caminaron con รl no solo en la luz del palacio, sino tambiรฉn en la sombra del Calvario.
โY le vistieron de pรบrpura, y poniรฉndole una corona tejida de espinas,โ
โญโญSAN MARCOSโฌ โญ15โฌ:โญ17โฌ โญ
โy pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caรฑa en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de รฉl, le escarnecรญan, diciendo: ยกSalve, Rey de los judรญos!โ
โญโญSan Mateoโฌ โญ27โฌ:โญ29โฌ
โY el rey amรณ a Ester mรกs que a todas las otras mujeres, y hallรณ ella gracia y benevolencia delante de รฉl mรกs que todas las demรกs vรญrgenes; y puso la corona real en su cabeza, y la hizo reina en lugar de Vasti.โ
โญโญESTERโฌ โญ2โฌ:โญ17โฌ